Atiéndase bien, para llorar lo fundamental es estar triste
como principio. Una vez triste siga las instrucciones sugeridas a continuación:
Primero arrugue el rostro lo más posible. Puede uno mirarse
al espejo y notar como la cara se figura de manera peculiar en una mueca grave.
Paso siguiente verá brotar de manera espontánea las lágrimas que vierten sus
ojos semiabiertos a causa del rigor de las circunstancias.
Usted mismo se dará cuenta que no necesita esfuerzo alguno
porque la tristeza alimenta al llanto debido a una fuerza o motor extraño
propio del estado anímico correspondiente.
El acto se expresa de manera más cabal si no se esconde
entre las manos.
Es preferible que el agente se encuentre solo ya que se pude
producir un llanto con toda desvergüenza y sin ningún tipo de autorrepresiön o
resistencia. Sin embargo si usted está demasiado triste no habrá inconvenientes
de desatarlo en público.
No piense, no trate de racionalizar el acontecimiento, no se
prive de producir una inundación, no importa el lugar oscuro donde se
encuentre. Cuanto más llore mejor se sentirá después.
El tiempo estimado desde insinuación del suceso hasta los
últimos suspiros es relativo a la gravedad de la pena y al tipo de ser humano
de que se trate. La generalidad suele decir que los hombres no lloran. Pero
usted no haga caso a la generalidad, son puras mentiras.
Una vez acabado el trance intente relajarse, séquese las
lágrimas y piense en otra cosa. Si no las encuentra en su mente o a su
alrededor, imagine. Pronto vendrán….