Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

martes, 6 de febrero de 2018

Enceguecido



Enceguecido

¿Desde cuándo el tiempo es un ser invisible, incapaz de hacerse uno conmigo? ¿Desde cuándo un lugar es un espacio, y un espacio vacío, incapaz de hacerse uno conmigo? No entiendo por qué ni desde cuándo el amor tiene su lugar en lo eterno. Ni tampoco comprendo cómo es que hay un dios para cada esfera luminosa. Sólo sé que no sé nada, y de eso estoy seguro: lo que me basta para andar por la vida con un bastón gastado, que tantea ciego el camino, la voluntad y el deseo. Lo demás, es un cuento chino, que habla de mí con un mítico sentido. Nada de todo eso soy yo. Nada de todo eso seré. Nada hay en mí de todo eso. Porque si hay un tiempo, ese tiempo es un lugar, y si hay un lugar, ese lugar es aquel tiempo. Existir es tan mínimo e imperfecto que, a cuenta gotas, vamos haciendo  los senderos. Vivir es aparecerse hasta irradiar luz como una vela. Finalmente un viento nos sopla el fuego, y extinguimos el ser con la muerte inadvertida. Quiénes somos: alumnos en las sombras que encienden un fósforo para verte la cara.




lunes, 5 de febrero de 2018

Los agujeros





Los agujeros


He ido tapando agujeros,
tantos agujeros como cañones
tiene el mundo.


Fui, sereno,
tapando cada herida sangrante.
Como agujeros tiene el mundo


Y con cada sutura, con cada remiendo,
un sol amanecía
viejo y detrás
de cada sonrisa desdentada


La guerra y el vino se entremezclaron.


No puedo encontrar paz
sin quemarme primero en la tormenta.




domingo, 4 de febrero de 2018

No cabe




No cabe la poesía en el derrotero de palabras que se emplean diariamente como uso común. No cabe, y es cierto, la poesía en una mano, como tampoco puede caber el cielo en un corazón. El lugar del poema no tiene una localidad ni un tiempo capaz de hacerlo entrar todo como un pie a un zapato marrón. La verdad es que la poesía no cabe arriba ni abajo: es como un dios. Y así todo es escrita, cantada y hasta expresada por hombres, mujeres, niños, en una antífona pendiente, que busca su lugar y tiempo en este llano y pequeño mundo.





sábado, 3 de febrero de 2018

Vestido





Si estuvieras tomándote un rizo, con la mano izquierda, y sonrieras al espejo con un gesto seductor; si estuvieras probándote el vestido rojo que compraste un día; si tuvieras esa delicadeza de lanzarme un beso rítmico y redondo, como aquellos caracoles que se arrastran con su baba; si entonces me miraras entre señora y niña; si quizá etiquetaras una selfie con nuestros nombres y apellidos; creo de seguro que amaría tus rulos, tus labios, tu vestido, tu sonrisa, como nadie pudo hacerlo en este vasto mundo. Pero todo ha sido un querer, un deseo del futuro, una voluntad voladora de marcas en la piel. Todo fue, como siempre son estas cosas, las ideas y los fantasmas; nada mío es tuyo, porque ese vestido no tiene dueña, no se ha comprado y reside en una vidriera boutique.





La calma




La calma

La calma se está echada como alrededor de los nísperos viejos del fondo, colgada sobre una hamaca donde se estila ver hacia arriba las frondas, entre verdes y doradas, de un cielo hecho de paz.

Entre suspiro y suspiro la felicidad se va acoplando como una enzima a la mismísima calma, obteniéndose así un producto casi igual a la infancia.

Si la miro de reojo me sonríe con su corta edad, y me saluda cómplice, igual que me estuviera viendo en un espejo de agua y me reconociera años atrás.

Son ambas, felicidad y calma, proyectos esenciales de mi vida: todo lo demás sería examen, prueba y juicio: te miden el cuerpo y el alma como si fueras un reloj desarmado.

La hamaca, el cielo abovedado de los nísperos, mi cuerpo tendido, la calma. ¿Qué más quiero? El trino de los pájaros me llama.