Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

viernes, 27 de diciembre de 2013

Primer trueno



El silencio preludiaba la tormenta. Veinte minutos más tarde se desataría desde el cielo una lluvia diluviana. Aquel silencio encapsulado por la atmósfera caliente, oscurecida por un plano gris que invadía el cielo azul ahora invisible, se cernía en un tiempo impasiblemente nulo, como si la ausencia rara de sonidos suspendiera el correr de los acontecimientos. El reloj tenía sus dos agujas apuntando al número tres. La tarde se apreciaba a través de las copas inmóviles de los eucaliptos, quieta, sin una sola brisa. Los rostros brotaban su sudor, su agua salada, su caloría. El horizonte era un círculo que rodeaba la casa cuya única conexión civilizadora estaba regida por un camino recto de tierra que unía la construcción hacia el norte con algún punto más allá de la línea visible donde se confundían el cielo gris con el suelo verde.

El silencio preludiaba la tormenta. Un silencio monolítico, invariable, inmóvil. Una ausencia que al cabo de un cuarto de hora se convirtió en una raya de luz, uniendo algún punto del plano gris con una rama de eucalipto a cien metros de la casa. Un momento, un pequeño instante de espera, tuvo que sostenerse hasta poder oírse el primer ruido. Trueno. Primer trueno.    


domingo, 22 de diciembre de 2013

Danaus plexippus



Un parapadear anaranjado y nervioso que viene y se va trayendo el perfume a jazmín en este diciembre caliente.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Inóculos de ideología



Hay lugares y circunstancias donde y cuando la mente, inevitablemente, se pone a discurrir en razonamientos y a evocar recuerdos. Lugares y circunstancias, digo, que hacen al ser humano, a cualquier ser humano, caer gravitatoriamente en recuerdos y razonamientos. Por ejemplo, cuando se es pasajero de  colectivo o de tren. Situación que obliga a no hacer nada más que esperar y mirar por la ventanilla. Situación que le otorga a uno esa disponibilidad amable para irse por las ramas y vagar de recuerdo en recuerdo, de razón en razón, si no se tiene teléfono celular o un libro en la mano. La obstinación de un tiempo muerto, que es el tiempo de espera, que es el tiempo de viaje, se presenta, sin embargo, como inóculo de una riqueza mental que antecede a la conformación o, en varias ocasiones, al cambio de la cosmovisión subjetiva y, más tarde, de la propia conducta. Un recuerdo, o la sucesión de varios recuerdos de manera caótica, no es otra cosa que una construcción subjetiva de la propia historia que será sucedida por un orden posterior y objetivo por parte del mismo sujeto y, luego de un determinado tiempo, será también, a fuerza de experiencia y de reiterados viajes de aquí para allá o de allá para aquí, inóculo de una ideología de la cual no puede escaparse. Equivocado o no, todo esto es producto de un viaje, de una espera que debo cumplir para llegar a Cabildo y Juramento, arriba de un colectivo de la línea sesenta, y sorprendentemente, inóculo de futuras disquisiciones.   


lunes, 9 de diciembre de 2013

Pronóstico de un verano sin vacaciones



Una atmósfera de enero del año dos mil catorce, sobre el paralelo treinta y cuatro del hemisferio sur y el meridiano cincuenta y ocho del hemisferio occidental, para ser más precisos, en el medio de la ciudad de Buenos Aires, cuando la humedad de un ochenta por ciento, en conjunto con la ausencia de vientos, marque una sensación térmica de más de treinta y cinco grados centígrados durante la hora de un mediodía sin nubes, cuando el cenit raye el asfalto y lo ablande a temperaturas imprevistas, me verá sudar sobre su abrazo en el medio de la avenida Santa Fe mientras los automóviles y los micros se van a la mierda.


viernes, 6 de diciembre de 2013

La eficacia de la literatura



¿Qué utilidad puede tener desde el punto de vista práctico?. No se trata de un manual de mecánica. Se trata de vaya a saber qué cosa con su supuesto esteticismo cuyos fines son de lo más divergentes y sin acuerdo. Por eso mismo no soy quien para dar una consiga fundante y absoluta a la literatura. Pero ya que estoy, voy a plantearla desde una perspectiva más: la propia. Quizás sea un refrito de otra perspectiva anterior, o tal vez similar a la de un gran conjunto de personas. Podría decir que leer literatura me modifica doblemente la vida. En un caso la disminuye, en otro la duplica. Existe para mí dos rasgos característicos donde actúa la literatura. El primero es físico, y disminuye o suspende en un sentido la vida. El otro es interno, espiritual por nombrarlo de algún modo, y la duplica o multiplica o la trastorna, enriqueciéndola. La literatura tiene la facultad física de borrarnos o suspendernos las categorías espacio-temporales. Acortarnos horas a minutos y kilómetros a metros. Pero también la literatura actúa modificando esencias propias, o despertando esencias ignoradas. Debo decir que soy yo por derecho propio, pero más porque la literatura hizo conmigo lo que quiso. De todas maneras, más allá de mí, estoy de acuerdo en que la literatura construye puntos de observación y miradas nuevas que escapaban al sentido común, haciendo así más real las cosas, aun planteándolas desde una irrealidad o ficción alejada de la vida.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Filosofía en vacaciones



De vez en cuando cabe la ocasión para pensar en la inmortalidad de los cangrejos. Todos los cangrejos, sin excepción, transcienden, después de su estadía en esta playa, y van a parar del otro lado del mar. Habría que preguntarse cómo es esto posible. Después de un ajustado razonamiento se puede llegar a dicha conclusión a través de un método sencillo y fenomenológico. Pero para qué llenarnos con teorías y procedimientos cartesianos. Tomemos como punto de partida la conclusión, de modo de ahorrarnos un esfuerzo mal pago cuando se piensa en vacaciones y en los cangrejos infinitos alrededor de la arena.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Una historia de calle



Un calor raya la atmósfera que envuelve el cuerpo de Daniela mientras espera con un nudo en la garganta la interminable media hora. Hacia el final de la avenida, donde se confunde el hormigón, el asfalto y la bruma de un cielo subyugado, un punto amarillo aparece. Para ella es como un sol lleno de grasa, diesel, artefacto que acorta distancias y la lleva. No está segura, piensa que tal vez sea uno de esos camiones que le chiflan al pasar, pero a medida que se acerca se cerciora del número. Los coches pasan dejando un rastro de viento caliente sobre su cara que aprieta  una tristeza. El colectivo va tomando nitidez y forma. Ahora Daniela extiende su mano señalando al conductor que se detenga para poder subir. El coche amarillo para con un bufido de fuelles rotos y, subiendo la escalera que se le presenta servida, Daniela accede a pasar a ser de una transeúnte a una pasajera de la línea 60. Llora sin aspavientos, está triste adentro de sus lentes negros. El colectivo repleto de gente la obliga a hacerse espacio con los codos y las caderas. El calor sube de golpe, unas gotas de sudor le recorren la espalda, una lágrima insostenible le redondea la mejilla. Llora sin consuelo, pero con timidez pública. Una niña que se toma de uno de los caños que derivan del pasamanos se da cuenta de que Daniela llora. Tiene dos caramelos en uno de sus bolsillos. Entonces, y sin permiso de la madre que la mira de reojo, le entrega un caramelo a quien llora. El calor es insoportable y el caramelo se pegotea entre los dedos de la niña que se extienden hacia Daniela. La niña sonríe y Daniela desata el llanto fuerte como una condenada. Al rato Daniela come su caramelo feliz, ya no llora.  



Criatura



Yo fui una palabra pautada por un duende. El tiempo devino en cuerpo mi nombre a través de su magia. Luego mis ideas fueron también palabras que quise transformar en cosas. La alquimia de años y años me hizo un hombre tenso y oscuro. Me redimí a la locura de estar solo en esta torre fumando hierbas que un amigo perro me alcanzaba entre sus fauces. Aluciné con pájaros sin nombre volando alrededor de mi abismo. Y una noche de tormenta encontré la magia. Una idea tomo cuerpo y se hizo cosa. Ahora el león tiene hambre y debo alimentarlo todos los días.


Cuando amaina la tristeza



Ya las constelaciones coparon tus ojos: el brillo de cada estrella deambula en tus pupilas. No hay noche oscura ni subterránea tristeza. Ya despiertan los gorriones de tanto sol.
Si una lágrima parpadea en tu pestañea, reflejo de amantes luces, que sea el faro de mi balsa y naufragio de mi sonrisa.
Todo lamento se seca con el roció de tu mañana.