Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

jueves, 30 de octubre de 2014

Luján



Muchas caras y risas que desbordan hacinadas y se caen, pero ninguna mano tendida surcando el desierto. Y dar el corazón es verlo partido siempre a favor de una causa sin fondo ni cima. Llamar alzando la voz y escucharse uno al rato con el eco del silencio. Eso. Un sinnúmero de voces repetidas y espejadas que dicen lo que uno repite, lo que uno ya sabe, lo que uno se cansa de nombrar, o la basura de siempre tapando el desagüe de la tristeza y haciéndola estallar en la gran inundación. Gente que vive a resguardo de todo y no sabe lo que es morder bulones acaba de regalarme un bote sin precio y sin fuerza para evacuarme de todos lados y pudrirme en la humedad de mis temores. Ni la Catedral ni el Poder serán amigos de este cerdo chapoteando en las aguas negras.


Sofista



El absoluto se inmortaliza y por serlo, ya es muerto y estéril, ya perdió su capacidad elástica y su mano verde. ¿Para qué seguir pidiéndole a Platón (a todos los Platones) que nos enseñe el sol? ¿No es acaso más creativa, más hermosa una sombra capaz de hacernos ver a nosotros mismos? No hay razón, no hay razones, no las hay. Hemos construido nuestro propio mundo con ladrillos de jabón. Concebimos la tierra como barro y resbalamos una y otra vez sobre el mismo lodo. Y sin embargo, deseo este castillo de arena que el agua salada y el viento desarma a cada instante para obligarnos a volver a usar las manos.


miércoles, 29 de octubre de 2014

Ella



Busco rezar pero no tengo dios. Voy tanteando despacio, desde acá abajo y con la mirada táctil, la nube de arriba. Pero solamente hay vapor de agua, gotitas suspendidas en el aire y un poco de luz que no me permite poner los ojos. Después me fijo bien y por acá, cerca, alrededor. Pero no hay más que motores y humo. A veces, pasa una mujer y me mira con deseo de diosa. Ella no tiene ángeles custodios ni enemigos diablos. Al andar, mece un poco sus caderas y yo, embobado, le empiezo a rezar devoto una canción de amor. Se ríe de mí como si yo fuera un niño bufón, pero, inmediatamente después, me lanza al viento un beso que es milagro.



martes, 28 de octubre de 2014

Derrumbe


Derrumbe

Caer para abajo
caer bien caído
derrumbarse demolido
hasta lo más hondo
bajo


Hasta el silencio final de todos los pájaros
y embarrase hasta el pelo
las uñas
y los dientes
que antes mordían fuerte
pero ahora
teclas como pianos


Mal
malherido
maltrecho
maloliente
sudoroso
apestoso
tendido abajo


Abajo
como mierda
como rata aplastada
como un niño que llora
la perdida de su amada


Caer
Caer
Caer


Y cayendo...
volver a caer
sobre escombros que cayeron
antes, durante y después


Sobre todo después


Así todo después,


cuando se haya perdido
todo
levantarse muerto
y salir
para
volverse vivo


Escribir algo
por arriba de la devastación
y volver a mirar alto
el canto y el vuelo
de todos los pájaros


Una paloma amiga
que se pierde buscando una campana


La verdad es mucha



El futuro inexistente, el pasado inservible por irrecuperable, el presente virando a cada instante hacia el pasado inservible. La memoria distinta del pasado, la memoria un ejercicio humano para recordar la historia que tampoco es pasado, sino un orden para el pasado con tendencia hacia un futuro que no existe. Y el presente se esfuma, está pero deja de ser en un parpadear. El tiempo una construcción humana para explicar este acontecer que deviene y deviene y trastoca todo lo que el viento se lleva hasta la muerte. Y las biografías y los manuales de historia y las fotografías y los documentos y los libros y los próceres y  los villanos y los Quijotes y los Sanchos y la fe y la ternura y el amor y la locura, todo eso, todo eso todo: la humanidad y verdad de nuestra vida. La realidad es poca pero la verdad es mucha.



domingo, 26 de octubre de 2014

No ser


Na, na, nada. No en-cuen-tro-nada. Hoy es el día de otro. Otro en mi lugar. Lo que podía haber tenido para decir, ya lo dijeron. Na, na, nada. Dejame, dejame ser, dejame ser silencio por una buena vez. Dejame levitar o navegar o borrarme del mapa. No quiero nada de nada de nada. Quiero sentir no sentir nada. Hoy, no quiero ser. Ni leer, ni escribir, ni salir a andar en bicicleta, ni tampoco la tevé. Hoy solamente quiero dejar pasar la vida mirando el techo sucio de tanto que hace que no se pinta. No quiero mi voluntad, mi verdad, mi razón. No quiero salvarme, no quiero que me rescaten. Quiero nadar en la ninguna de nadie, de nunca, de nada.


lunes, 20 de octubre de 2014

Seres líquidos



Seres líquidos


La licuada ha de ser líquida y salpicará por siempre los uniformes hechos de piedra. El miedo es la bajeza de la norma que teme siempre ser salpicada con el estornudo líquido y contagiada para siempre. La licuada tiene verdad y toda verdad rompe igual que los martillos. En eso nos parecemos: barro apestoso y estornudo enfermo que corre atrás de esos uniformes.



Cataclismos





No es verdad que la luna llena me ilumina esta noche. Yo veo apenas una luz blanca teñida de azul refregando mis manos agotadas. Esa esfera que se tiene arriba, sostenida por algunos hilos invisibles y privados es más bien una lámpara de escena montada para un artificio de libertad. ¿O acaso el cielo es capaz de darme un grano de absoluto? Yo veo las constelaciones revestidas de alambres  y no hay estrella virgen para reglarle un poema. Pronto el aire que respiro será también encapsulado y mi voz se quebrará en el silencio queriendo cantar un himno de humanidad. Hasta hace unos días creí que al menos yo era yo, que había un resquicio libre de paredones y rejas en mi subjetividad, que nada había violado mis sueños. Pero la historia ha hecho otro estrago. Entre mi voluntad y mi existencia se está levantando una serie de ladrillos alineados como un ejército áspero y frío. ¿Quién soy? Por lo pronto una idea incapaz de concretarse, un amor incapaz de ser a pesar de resistir. Si todavía conservo un sueño es porque escribo, si todavía tengo un deseo es porque escribo, si todavía quiero creer es porque estoy haciendo esto. Todo se ha prostituido en mí, menos la letra sobre el abismo.


domingo, 19 de octubre de 2014

La ortodoxa. Comienzo de novela




La madrugada había entrado desde la ventana discretamente, con disimulo, así, sin darnos cuenta; el reloj de la plaza de Retiro marcaba las dos. El miedo nos provocaba algunos espasmos, algunas conductas peligrosas y había que ser muy fríos para sobrellevar la situación: cualquier error podía ser sinónimo de muerte.

Carlitos contaba con un arma. Nunca me la mostró, pero yo confiaba en él y me sentía (una manera de decir) un poco más seguro. Los libros ya estaban vendidos, queríamos tomar todos los recaudos y, aparte, necesitábamos algo de dinero extra. Supimos conservar uno solo, guardado bajo llave en una caja de metal.

Sonaron las campanas del reloj. Eran las dos de la madrugada de un lunes cerrado, sin luna; encapotado por donde se lo mirara;  cielo solamente devolvía el resplandor de las luces de Buenos Aires. Me sobresalté, siempre andaba de sobresalto en sobresalto. Carlitos odiaba eso de mí. Me decía que por el miedo que tenía yo nos íbamos a echar a perder los dos en una zanja llena de mierda, que había que tomarse las cosas con calma y pensar frío, tranquilo, y actuar pausadamente incluso cuando tuviésemos que salir corriendo.

 “Tranquilo, te dije. ¿No ves, salame? ¿No ves cómo sos? ¿Qué te dije?  Siempre te estoy diciendo lo mismo. Vas a tener que probar pichicatearte con algo si seguís saltando por cualquier cosa.”

Fue por ese tiempo que empecé a hacerle caso, literalmente. Tenía un conocido de otra vanguardia (no era del mismo grupo que nosotros pero sí andaban con los mismos problemas) que tenía un primo o un tío o algún contacto farmacéutico al que empecé a frecuentar por unas pastillas tranquilizantes. Al principio me dormían. Eran fuertes y medaban malestar de estómago. Muchas veces, al principio, tenía que tener el inodoro cerca. Después les fui tomando costumbre y un poco, confieso, adicción.


La vanguardia tenía sus bases. No era como cualquiera de las otras. Muchas vanguardias tienen eso de terminar convirtiéndose en movimientos de vientos plurales y cambiantes. Tan cambiantes, tan absolutamente inciertos que no dejan una estructura sólida ni se las puede llamar acontecimiento histórico. Nuestro grupo, como dije, tenía sus principios, o al menos intentaba mantener una organización y una pauta. Eso nos hacía llamar por las demás “la ortodoxa”. Pero de ortodoxos no teníamos nada: nuestra vida era vanguardista, rompía y rompía con todo lo establecido. Pero sabíamos que para poder romper con fuerza, había que tener un criterio. No podíamos ser como ellos, teníamos que hacer la diferencia y demostrarles que la libertad absoluta no tenía fuerza porque implicaba falta de rigor en el golpe.


Carlitos había aprendido de mí. Era algo así como un discípulo pero rebelde y con mucha fuerza. Tanto que terminó él enseñándome a mí, cuando las cosas se pudrieron, a mantener la calma y estar alerta al mismo tiempo. Nos emborrachábamos de vez en cuando y eran esas veces cuando decíamos las mejores verdades.






Animales sueltos



Levantamos altares con el corazón loco y los sostenemos con pilares hechos de silogismos y proposiciones sólidas, básicas, filosóficas… y hasta terribles. ¿De qué estamos hechos? ¿Acaso hay razones independientes de las pasiones? ¿Qué gobierna finalmente? ¿No será que seguimos siendo animales sueltos buscando vaya a saber por qué separarse de lo silvestre? Porque muchas razones se expusieron a lo largo de los versos, porque muchas historias se forjaron a lo largo de los años y porque muchas pasiones se tejieron a lo largo de las luces, entendí, por todo y a pesar de todo, que somos una extraña locura.


Ser



Alzar la mirada y ver hasta la línea límite que divide los sueños de las cosas. Romper con la modorra de quedarse y empezar a ser, por sobre toda preocupación, simplemente uno. Y, aunque parezca mentira, se es cuando se deja de ser, cuando se quiebra el equilibrio estático de ser para pasar a un nuevo estado, moviéndose uno hacia, logrando una nueva razón para, y encontrando otra existencia distinta. Buscar el paso regular, firme, seguro, pero tranquilo. Ir hacia allá, hacia el otro lado de la frontera (lugar de las dudas) y atravesarla como un rayo encendido. Partir, salir de aquí, rajar el cielo con una voluntad que no es medida porque es totalmente fría, totalmente ardiente, y sentir ahí la angustia, el duelo del ser, y la metamorfosis.



sábado, 18 de octubre de 2014

Mi literatura



Pienso -quizás sigo pensando, no por convencido sino por la inercia de otras voces que caen sobre mí como el agua a cuentagotas- que debería (¿debería?) ponerme a escribir una novela bien armada o algún cuento redondo como un reloj. Hasta ahora, lo que me sucede son –no sé realmente como nombrarlos, con qué categoría literaria hacerlos emparentar- textos a los que varias personas de mi entorno han llamado “misceláneas”. Un profesor una vez dijo que las misceláneas eran algo así como un género del no, del no género. ¿Género degenerado? No. Nos dijo a mí y al resto de la audiencia, en resumidas cuentas, que se trataba de la categorización teorética literaria en la cual iban a parar todos los textos que no encajaban en ninguna de las especificidades que establece la literatura o, mucho mejor dicho, lo que la teoría de la literatura todavía no logra encuadrar. Sin embargo, y por eso pienso en el fondo que lo que escribo no se trata simplemente de eso, sino que se remite a la creatividad literaria liberada de esas etiquetas, estoy convencido – y es mi contra argumento- que la teoría no inventó los modos o el qué de la literatura, sino que la cosa fue al revés: vino la literatura, vinieron las formas del arte en su conjunto, la inmensa y diversa invención que combina ideas y palabras y, al rato, después, como ciencia, la observación teorética midió la creación y puso pautas y consignas. Claro, me dirán seguramente que después, sólo después, la cosa empezó a mezclarse y ahora no se sabe bien que está primero, el huevo o la gallina. Yo insito que la literatura se inventa y, por lo tanto, los géneros también. No me interesa, para nada entonces, hacer caso omiso a decálogos y consignas.



El Delta



La caricia amanece temprano, toma el polvo y los desparrama ahí, en el río. Las sombras, atrás, después del horizonte, se adivinan con sus cuerpos más tarde, cuando despega de su sueño el eterno retorno del sol.
 Yo vivo entre el sauce y la flor de la azalea; estoy perdido en la isla, detrás de los juncos,  más allá de donde los botes pasan y doblan por el recodo. Trabajo con mis manos redondas y grises de barro; mantengo firme la pala y el surquito tratando así de ver las calabazas salir de ahí. Mi sombrero de ala ancha carga con todos los soles de mi existencia. Presente, pasado y futuro. Vengo tostando mi piel hace rato y no es por renegar, sino todo lo contrario: los surcos de la tierra se me parecen, a mi cara, a las líneas del tiempo que no son años sino soles y más soles. Vendo todo en el Tigre, cerquita de la estación. Me acostumbro a la vida rica y a la vida pobre: soy primavera a veces, pero también invierno y helada. Tuve un gran maestro en la escuela. Nos enseñaba los cuentos y el lenguaje; la mayoría aprendimos de él… otras mejores cosas. Éramos capaces pero también rebeldes. Su apellido era Ferretti y venía con la lancha.  


jueves, 16 de octubre de 2014

Los dioses desfallecen



Tuve un ídolo: rodó del pedestal. Cayó a razón de la gravedad de su peso hacia abajo, bien abajo, muy abajo, al fondo del mundo. Entonces, ya sin héroe, empecé a subir yo, bicho raro y mediocridad común. Ahora asciendo la cuesta, tropiezo con piedras y tretas, pero sigo, sin mirar arriba, sabiendo que no tengo ejemplo, sabiendo que una mano amiga siempre ayuda, pero que, al fin de cuentas, el camino es mío.


lunes, 13 de octubre de 2014

Beso girondo



Redondel de policarpo ha venido a buscarme. Tengo la carta en la mano y la sonrisa en los pies. Cómo decirle que no a ese beso redondo, cómo besarlo sin caer en la risa cosquilla. Redondel de policarpo ha venido a buscarme. Como ven es esfera y es rojo, húmedo, pegajoso y azul. Policarpo, policarpo, tengo  la mano en la carta y los pies en mi sonrisa. Girando y girando y Girondo. Policarpo ha venido a buscarme. Ya las lágrimas secaron el sol.


domingo, 12 de octubre de 2014

Las amantes



No hay más que un sol. No hay otra cosa que los rayos solares sobre la superficie donde el cultivo crece y despega sus puntas del suelo. No hay más que nosotras entre el diáfano cielo y el campo verde. Y el amor, un amor que se desvive entre mis besos y sus muslos.

 Ella sabe de mí como yo de todos sus rincones. Las pecas, sus adorables pecas no tienen sitio ni rumbo; sucede que se escapan de su espalda y se instalan en mi nariz para luego perderse en algún hueco invisible, insospechado. Lo insectos, como pecas agregadas a las pecas, se nos suben. No pican, no quieren picar porque aprendieron a no molestar a las amantes mientras juegan. Nos bañamos en sol, en un solo sol pegado allá arriba, tan solo y blanco como juntas y cafeinadas estamos.

Ya no hay bronceador: se ha evaporado. Pero a cambio tenemos la miel y el jugo que nos cubre. No hay abejas ni frutas, solamente somos nosotras, el cielo y el amor. Los insectos nos tapan, nos tapan con sus toallas negras. Ahora nos quieren comer y morimos entregadas a ese picor de hambre.


Desaparecemos. Somos algo adentro de los bichos. Ya nos tragan y nos digieren. Pero las pecas, las pecas no. Sólo las pecas quedan en algún lugar perdidas, debajo de los yuyos.


miércoles, 8 de octubre de 2014

La rosa



No te vi. No quise ni pude verte. Incluso no lo hice cuando mis ojos te miraron. Por miedo al rubor de mi cara evité el encuentro; por el fulgor del candil de tus ojos enceguecí, y tampoco logré hallarte. Pero las flores pueden romper todas las barreras; aunque ya no te vea, aunque no te esté viendo, tengo conmigo una rosa que busca mirarte y se entrega viendo tus ojos.

No me mires a mí, fantasma ciego a causa de ti. Mira la rosa y en la rosa nos veremos. Medusa has de ser si mis ojos te encuentran. Piedra he de convertirme (pero de amor rojo hundido en tus labios) y no tendré sentido ni otra página donde leer la palma de mi mano. Serás como las sirenas y yo atado te rogaré mirar la rosa.


domingo, 5 de octubre de 2014

Llueve y llueve

Llueve y llueve

Llueve y no estoy triste.
Afuera cae gris toda la lluvia…
Y no estoy triste.
Te veo desnuda discípula mía,
Afuera la lluvia cae muy gris.
Llueve y llueve y no estoy triste.
Mi amor, ya me hiciste.
Discípulo tuyo,
Canción
Mientras llueve.
Llueve y llueve y llueve

Y no estoy triste.



viernes, 3 de octubre de 2014

Cuidado con el pozo


Ensimismarse. Reflexionar. Pensar. Llegar a pensar, fuera de joda. Meterse adentro como caracol y enroscarse en premisas con argumento y conclusión sólida. Así ha de ser. No levantar la vista, no fijarse ni siquiera en la chica que pasa con ropas de verano, pero esquivar el pozo. ¡Cuidado con el pozo! Estar atento: no distraerse en la acción pasiva de pensar, pero tampoco dejar que el pensamiento nos haga caer en un buraco mientras se están haciendo las cloacas. Después, al rato, o te preocupás en cómo salir de abajo (ya todo embarrado y con la garganta irritada pidiendo socorro) o te adelantás quebrando y saliendo de esa introspección hipnótica para no eternizarte en la lógica y llevar tu vida a la práctica. Hay que evadirse de lo concreto para ver la generalidad, pero también hay que romper y guiarse por la historia, termómetro de humanidad y largavista de varios posibles horizontes. ¡Qué sería de la razón si no fuera por la historia!






Regreso



Emprendí, de a poco, mi exilio. Me fui yendo sin despedirme de nadie, sin dejar una esquela siquiera, pero sabiendo que iría a volver con todo mi equipaje al hombro. Comprendí que el exilio era un tiempo útil y necesario, que sería algo así como un tiempo guardado en un baúl al fondo de todo, donde están las utopías.

Consideré, en ese momento, y considero ahora que la utopía es solamente en tanto que una posibilidad de ser que se reviste de las circunstancias más adversas, las impedancias más represivas, transformando esa posibilidad de hecho en una latencia bien guardada en el fondo del baúl. Y el exilio, el silencio a fin de cuentas, no es otra cosa que ese baúl lleno de utopía.


Pero todo acontecimiento maduro necesita revestirse, sin embargo también, de regreso. Toda posibilidad debiera pasar por un exilio, un silencio, un tiempo nulo; pero, además, por su regreso, su desembarco. Poder volver y decir con toda voz que el cofre ya está abierto.   


miércoles, 1 de octubre de 2014

Tú, mi primavera




Si no fuera porque a través de tu luz veo el mar y la arena, porque veo el cielo, la casa florida y el patio con sol, ahora tendría todo el invierno, un frío azul y enorme tristeza. Pero tus pupilas trajeron un poco más cerca el trópico, todas las flores y alguna canción. Si no tengo tus manos con las mías es porque las quiero ver sobrevolar los jardines y las plazas, los balcones, las terrazas; posarse en alguna maceta y volver batir el aire de tu ansiosa y loca libertad.  A mí, a mí buscame en la ventana, orificio del mundo, pequeña ilustración de marco abierto donde se acodan los sueños. Yo soy como un brillo perdido, rebote de luz que la luna dejó en pleno día. Ya no tengo serenatas. Todas esas dulces estrofas se perdieron presas buscando tu corazón entre los senos. Y ya sabrás que estoy loco: tu primavera me enciende y las luces jamás se apagan.