Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

jueves, 2 de noviembre de 2017

Yo felizo




Yo felizo, tú felizas


Después de muchos años de revolverlo todo, de revisarlo todo, de buscar y rebuscar debajo de cada piedra, arriba de cada mueble, adentro de cada y cada libro, nos hemos visto en la obligación de destapar nuestro pensamiento acerca de la felicidad y hacerlo público para el bien común de todo este vasto mundo. No se piense que partiremos de un supuesto intransigente e incuestionable: no hemos visto en esta vida y existencia un principio común y general al  que podamos atenernos y desde donde partir. La vida no tiene una regla; los hombres, nosotros quienes vivimos sobre esta faz del universo infinito, tocados por el sol y por la luna, llamados por esas estrellas equidistantes que brillan más en nuestras pupilas que en los ojos de las lechuzas, nos entregamos con la misma pasión hacia una final de campeonato mundial de fútbol que a un billete de lotería. Somos capaces de rezar mil avemarías y padrenuestros cuando las papas queman y nos desentendemos de toda fe cuando conseguimos un buen puesto de trabajo. ¿De qué se trata eso a lo que llamamos felicidad? ¿Es la felicidad un hecho, una actitud, o tal vez no sea más que una ilusión apartada de esta comedia trágica que es la vida? Nosotros nos pusimos serios y empezamos a estudiarlo todo como un filósofo griego llevado por las grandes preguntas del ser y el sentido del ser y la admiración y el asombro y no sé ya qué tantas otras cosas… Quisimos pues, luego de tanto periplo y viaje, volviendo de nuestra aventura pensante, dar a conocer no tanto unos postulados sino lo que nadie se atreviera a decir después de todo. La felicidad no tiene para ser justos una entidad, una substancia, un concepto, una idea clara y distinta. Es en realidad una acción y debería ser también un verbo conjugado: yo felizo, tú felizas, él feliza, nosotros felizamos, vosotros felizais, ellos felizan. Y decimos esto porque la felicidad no es un estado del ser sino un movimiento constante en la búsqueda de algo que no tendremos jamás; porque, de verdad, la felicidad como cosa no existe; lo que existe somos nosotros buscándola. Uno puede estar contento, claro, pero este estar contento no es más que una conformidad o satisfacción del yo con la circunstancia; no quiere decir eso felicidad, porque eso es un estado acomodaticio y confortable tan semejante a la resignación y la inercia, a la estabilidad y la falta de movimiento. La carencia impulsa la búsqueda y esa búsqueda es la acción feliz que nos determina como seres inquietos. La felicidad es un verbo vacío que hace movernos hacia el futuro.