Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

viernes, 31 de enero de 2014

Cómo hacer para resolver un problema de matemáticas



Se enrosca. La lamparita del comedor parece tener más inteligencia. Le da vueltas al problema. Vuelve y vuelve sobre el cuestionario y utiliza todos los planteos y caminos de su mente sin por eso resolver. Mira la lamparita de setenta watts como buscando en ella una solución maravillosa, como pidiendo a la luz que ilumine su conciencia, como tratando de conseguir una verdad revelada. Pero, en realidad, Sergio mira y, lejos de la pasividad, lo que encuentra en la lámpara no tiene nada que ver con la lámpara. Abstraído mira sin ver con los ojos ligados a un problema de matemáticas. Como un laberinto intrincado, sumamente ingenioso, el problema parece acrecentar su dificultad a la par de sus intentos y todos los posibles arrebatos de solución se pierden en alguna falsa puerta del asunto. De pronto un súbito corte de luz apaga la lámpara y en el medio oscuro que irradia la noche, Sergio, casi sin dificultad, resuelve tanteando su hoja el problema de matemáticas.


sábado, 25 de enero de 2014

Selene



Ya las estrellas están mirándose en el reflejo de tus ojos. La ruta a la vera del campo te sopla, con cada coche que pasa, el viento que revuelve tu pelo. Y tu vestido que ,de día  azul y de noche negro, te saca a bailar al compás de las estrellas. Vas formando un sistema, un sistema que se compone de entre tus giros y tus sueños. Sos astro pequeño que brilla como luna debido a un rebote de luz y, a pesar de tu humanidad, conformas un aura en tu entorno. Después la noche se va yendo de a poco, va clareando el horizonte, te vistes de azul otra vez y una pizca anaranjada te toca la frente. Amanece.


sábado, 18 de enero de 2014

La visita



Ayer las nubes, esas masas algodonosas de vapor blanco suspendidas en la atmósfera intermedia entre la tierra seca y el cielo azul, fueron sumándose de a poco, traídas, arrastradas, por el viento norte. Y casi imperceptiblemente—desprevenidamente—llenaron el espacio tapando la luz de sol. Volviéronse así, de color gris oscuro, una cortina compacta de gris oscuro, una sola gran nube gris. Un plano hermético paralelo a la tierra, imponente, capaz de opacar cualquier rayo de luz y sumergir el mediodía en una seria penumbra. Los faroles de la calle confundidos se encendieron. Una noche prematura invadió la ciudad.
 Ayer la tormenta no tardó en venir. Se desató desde la altura con ráfagas y piedras de agua. Líquida y sólida, la lluvia fue un telón natural en mi ventana. Lluvia diluviana sobre el asfalto de mi calle repiqueteaba logrando apagar los ruidos de siempre. Rayos como rutas de viaje en un mapa viejo se manifestaban paralelos, perpendiculares, diagonales, y desaparecían en el tiempo de un parpadear. Eran seguidos luego de cinco segundos de tensa espera por los estruendos que viajaban como eco de montañas.
 Ayer no se podía salir de la casa. Mi ventana era el margen de realidad desde donde yo podía contemplar el fenómeno sin riesgos. El resto lo adivinaba. Imaginaba la plaza llena de charcos de agua marrón, barrosa y turbulenta. Adivinaba la gente corriendo por la avenida Maipú, empapada. Los paraguas rotos, la ropa mojada, la calle Güemes como un río.
En eso tocan la puerta. ¿Quién es?, pregunté alzando la voz. Nadie contestó. Abrí. No había nadie. Tuve miedo y cerré rápidamente…

Hoy soy otro. Tengo todo de mí pero no soy yo. Me levanté de la cama. He ido al baño y al pasar frente al espejo me di cuenta que no era yo. Noté que todo estaba como siempre, del mismo modo, pero algo distinto de mí me invadía, algo más allá de mi figura. Seguían ahí mis cabellos revueltos, mi cara angular, las cejas finas, los labios gruesos, los ojos y el mentón. Todo estaba igual, pero no era yo. Juro que no era yo. No creo en los malos espíritus. Nunca di un céntimo por cualquiera de esas supersticiones baratas. Pero el terror me invade ahora. Solamente yo lo sé. Soy otro.