Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

sábado, 12 de diciembre de 2015

La tiraba afuera siempre




La tiraba afuera siempre


A mí nunca me gustó jugar con la pelota. Siempre fui un déficit abajo, en el medio, arriba, al arco. En realidad, en casa no se veía fútbol; y el juego lo tenía colgado siempre en el patio del vecino de al lado; mi cuerpo tampoco ayudó a quererlo. Pocas veces asistí como jugador a una canchita; todas esas veces los insultos se ponían furiosos contra mí; todas esas veces, mordía el polvo del fracaso, del ridículo, de la risa de la burla. Y yo iba arrastrando mi pierna renga, tratando de darle un gol a ese equipo de barrio que me quería nada. Un buen día entendí que tenía que ser rebelde y reaccionario, pegar un puñetazo a una de sus caras, meter un gol en contra con toda mi intencionalidad imperturbable y salir corriendo, como podía.

Esa imagen tan recordada y mítica me acompañó durante muchos años; no podía entender, o no encontraba el sentido a ese fútbol que despreciaba y marginaba a mis pies torcidos. Es así que busqué la pasión en otras más sutiles cosas y me volví, con el tiempo, un adolescente cerrado y enérgico, capaz de marcar una diferencia más allá del cuerpo. Empecé a leer, a vivir más en sintonía con una ética propia: no impuesta como las comunes, sino centrada en un plan montado por mí mismo. Así me fui haciendo difícil de comprender, bastante negro y oscuro. El tiempo, después, me enseñó que yo no era menos que nadie. Aunque tuviera una pata de palo. Y transformé la violencia en agresividad simbólica, la bruta patada afuera del arco en inteligencia y las burlas en canciones rotas, quebradas, hechas pedazos.





viernes, 11 de diciembre de 2015

La marcha de los héroes cojos



La marcha de mis héroes cojos

Ahora
Ahora
Ahora los rengos vienen marchando
Los rengos rotos
Los rengos cojos
Tambaleándose
Para un lado
Y para el otro
Son mis héroes y mis estrellas
Plebeyas
Y aun así
Princesas
Llevan sus estandartes y sus banderas
Buscando la paz
Y no la guerra
Aguerridos con sus sables de goma
Cantan un himno ensortijado 
Para el bien de los mutilados
Los tuertos
Y los mancos
Ahora, ahora, ahora
Vienen heridos y sanos
Vienen mis héroes cantando
Que la vida es sola una
Que demora una estación
Pero que de héroes se trata
Aunque no llevemos capa
Ni calzón



miércoles, 9 de diciembre de 2015

Réquiem




Réquiem


No me alcanzarán las palabras para expresar lo que quiero decir. Mas son ellas pobres las que tengo y las que tendré. Quisiera decirlo simple: que ha muerto mi amigo y que un profundo dolor me confina el pecho a una estrechez sin igual. Pero tendré que decirlo mejor: que me brotan pústulas en el alma quebradiza que arrastro en estos años; que las flores que trajeron me llagan a mí, que me irritan la piel, que su perfume de nardo me castiga a mí, hasta matarme algo; y que las lágrimas no me salen, que sinceramente no puedo llorar, que estoy seco y borracho y loco, pero triste como nadie, como ningún llanto. Sería más sencillo, para ustedes y para mí, poder decirles que mi amigo querido está muerto, que ya se enfrió, que su cadáver está guardado en un cajón y que ese cajón lo han colocado unos cuantos metros debajo de la tierra. Pero tengo que decir que un cocodrilo me muerde ese pedazo del cuerpo que no se halla en el cuerpo, que un gran tiburón me mastica lo invisible. Y todos le lloran con protocolo y ceremonia, y todos le moquean con suspiros sospechosos, mientras yo en silencio y triste de verdad no puedo lograr llorarlo nada. Sería mucho más sencillo no tener que decir nada, que la gente discursee el final de la historia que este mi amigo hizo hasta aquí, que entre todos se lo lleven y me dejen al fin este hueco vacío que no me pertenece, esta mutilación que no tiene nombre.