Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

miércoles, 19 de febrero de 2014

Una canción de agua para dormir bien



Menos una lámpara encendida que se desvive por alumbrar unos pocos objetos, la noche se ha tragado toda la luz. Y en esa inmensidad de ceguera el sitio iluminado parece emitir una aureola mística que lo hace singular y, al mismo tiempo, absoluto.
El silencio pausado del sueño durmiente hace que el pueblo, cercano al arroyo, le dé lugar al murmullo del agua corriendo hacia abajo.
Juan está de visita hace unas semanas pero hace noches que la ausencia de sueño lo perturba y lo hace sentirse extraño. Ahora lee con dedicación y meticulosidad un libro que le ha llegado de las manos de un amigo con el rótulo, etiqueta o categoría de “libros para dormir”. El insomnio juanino sin embargo se perpetúa desde hace noches y él, sin poder conseguir una buena pastilla en la farmacia de Mariel, ha estado tratando de recurrir a las recetas más divergentes y seudocientíficas que le aportaron una tía vieja, el panadero, la vecina de la otra cuadra y, por último, Raúl, amigo inconfundible, amante de la literatura más aburrida del mundo.
La novela es extensa, tediosa y abrumadora. Pasa las páginas como si fueran de plomo y, con frecuencia, tiene que retroceder porque ha perdido el hilo de la historia.
Después de varias horas de interminable lectura e infructuoso intento, Juan apaga la luz para, tratando de escuchar solamente el arroyo, quedarse por una de esas casualidades bien dormido. Al cabo de unos minutos donde la vigilia y el sueño se confunden, en la mesa yace el libro en cualquiera de sus páginas y, al costado, aunque esté rodeada de tinieblas, la cabeza de Juan se apoya sobre la tabla de la mesa y duerme, profundamente.



lunes, 17 de febrero de 2014

Mate: los seis puntos esenciales de mi costumbre

 Mate: los seis puntos esenciales de mi costumbre

1-Cuando mi mano encuentra la bolsa ya viene poniéndose en marcha el acontecimiento de la tarde. Al abrirla, el polvillo se levanta y levita como una especie de nube verde llena de ideas sueltas, esas formas que le dan conceptos irregulares a la yerba.
2-Busco, al tacto hermano, a mi amiga la calabaza. Ella, parecida a otra mano que subyace en algún rincón de mi pasado. La tengo con ternura, casi a la altura del pecho, como si fuera otro corazón.
3-Vierto la yerba libremente dentro y el aroma me anima rápido.
4-La pava se resuelve en un silbido de pájaro y voy a sacarla del fuego porque sé que el agua ya está lista.
5- Los labios de bombilla tiene el mate, carne de metal y primeros besos.
6-Apago el frío mientras los otros esperan su turno.



jueves, 13 de febrero de 2014

Génesis





Teníamos un paraíso en la puerta de casa. Cuando recién habíamos llegado era pequeño, no más de dos o tres metros de altura. Con los años crecimos, él y nosotros. Me acuerdo de sus bolitas verdes que colgaban en febrero de sus vástagos con las cuáles lanzábamos diminutos proyectiles a algún punto que determinábamos como blanco; durante el invierno se ponían color ocre y caían en la vereda recién limpia. Su tronco fue engrosándose pero siempre mantuvo esa rugosidad en la corteza que nos permitía subir. Cuando teníamos entre cinco y once años de edad jugábamos a treparlo hasta donde nos era imposible seguir; hasta pensamos en aquellos tiempos construir una casita ahí, en el espacio que abría la última posible horqueta. En verano nos traía sombra y menguaba el calor que de las lajas brotaba. En invierno, como el otoño había levantado sus hojas con el viento tibio haciéndolas primero envejecer con tonos dorados, solamente las sombras del esqueleto se plasmaban largas y estiradas sobre la vereda.
Cuando se tuvo que cortar ya éramos todos adultos, inclusive el menor que, a pesar de ser mucho más joven, había crecido lo suficiente como para notársele el cabello entrecano. El paraíso, creo que todos pensábamos lo mismo al mismísimo tiempo, había sido refugio de nuestra infancia. Con los años pasó de ser nuestro entrañable cobijo de fantasías e ilusiones a un simple árbol de la calle. El tiempo hizo que el árbol se enfermara ahuecándose. Por riesgo a venirse abajo con alguna tormenta decidimos cortarlo. Nadie lo lloró, ni siquiera yo que había diseñado y armando, junto con los otros, la hermosa casa del paraíso.  






domingo, 9 de febrero de 2014

¿Qué cosa es el tiempo?



... y como venía diciendo hace dos horas de extensa perorata, caminando desde la puerta a la ventana y desde la ventana a la puerta tantas veces que no puedo precisar cuántas, el tiempo está determinado por la sucesión de hechos que atañen a las sustancias que, al cambiar de lugar o de estructura, conforman, lo que comúnmente se llama acontecer. Para esquematizarlo podríamos hacer una línea en el pizarrón de esta manera y poner en los distintos puntos que conforman esta recta, de izquierda a derecha, el pasado, el presente y el futuro. Ahora, sin caer en la mentira, también podríamos notar que: el futuro, cosa que veremos más adelante, todavía no existe, sólo puede tener realidad en nuestra imaginación; que el presente es lo único real en términos concretos y existenciales, a pesar de ser totalmente efímero y evanescente;  y el pasado solamente real, asumiendo que no es palpable, siempre y cuando lo consideremos una memoria caótica de la cual se recorta nuestra historia ordenada. La historia, y ya habíamos hablado la clase pasada, podría decirse que parte de una construcción que nos remite a nuestro ayer y nos sirve para proyectar nuestro mañana, debido a las pautas que habíamos mencionado el otro día. Pero al ser una construcción humana que tiene como fin mirarnos hacia adelante, es decir una porción del pasado que tiene una utilidad hacia el futuro, también es una memoria tendenciosa. Por lo tanto, estimados estudiantes, el "tiempo pasado", lo que se entiende por convención como "historia", es una verdadera ficción embrollada. Si alguien está en desacuerdo tiene todo el derecho de expresarse. Una vuelta una mujer supo refutar todo este argumento y  me demostró que la historia es tan real como la vida. Discutimos unas horas, pero ella logró convencerme. Otro día nos dedicaremos a su planteo. De paso, y no está de más advertirlo, los dioses...

    

sábado, 8 de febrero de 2014

Razones del blog y de mi escritura



Cualquiera tiene un blog y yo soy uno de esos cualquiera. Las visitas, las mal llamadas visitas que son, en realidad, personas de distintas partes del mundo (todavía no me lo explico), entran a mi página, o por causalidad, a través de alguna palabra clave, o porque me conocen mucho, poco o más o menos. Este último grupo, los que tienen la gracia o la desdicha de conocerme, a lo mejor con la sensación que obliga el compromiso tácito, a veces dejan un comentario. Siento placer al leerlos. Mientras tanto yo sigo siendo un cualquiera de tantos que hay en la red y que decidió ponerse un blog quizás porque pensaba de sí que era bueno escribiendo o, mejor y más probablemente, que el hábito de llevarlo adelante, junto con una lectura paralela y anónima, lo haría, no digamos más capaz o experimentado dado que es una obviedad (cualquiera que practica un ejercicio se fortalece en lo que hace), sino más feliz. La felicidad no es una cosa fácil de entender, menos de descubrir. No digo que la encontré, mentiría, pero mientras escribo me siento o creo sentirme feliz. Tal vez hacer esto es un aditamento narcótico que distrae mi atención de las penas y los dolores, o por ahí, y ojalá sea eso, una manera de meterme con el mundo y hacerme cargo de lo que quiero ser en él.


jueves, 6 de febrero de 2014

El comienzo de una posible historia





Parecía un trozo de pan enmohecido. Su figura taciturna había dejado que el tiempo y los amores no correspondidos lo convirtieran en esa masa inerte de vida distraída y dejada a la deriva de un bote sin velamen, timón y remos. Él, que había sido, en sus mejores tiempos, durante el estallido de la maroma, el mejor de los pandilleros acuartelados en el edificio central del Banco Continente, que había manejado la cosa con la minuciosidad de un genio de las probabilidades, que había sido el jefecito de un gran conjunto de bandas delictivas y que no necesitaba mostrar ni siquiera la nariz para dejar en evidencia que la tenía más grande que cualquiera, él, ahora, parecía lleno de insatisfacción y, al mismo tiempo, indiferencia. Tanto era su descontento y su me da lo mismo que me lleven a la cárcel o al cementerio que decidió vender su fortuna y viajar al interior para comprarse una casita a dos aguas donde sentarse a esperar que la providencia se apiadara de su corazón viejo y roto y le concediera una señora de pueblo que no le importara su pasado, su presente ni su porvenir. 



La importancia de un pozo



Cuando una puerta se cierra definitivamente con mil vueltas de llave y candado en varias partes a lo largo de toda su dimensión, nosotros, mortales que vemos cada frustración como el principio de esa condición que nos envuelve y nos iguala, lloramos amargamente el duelo sin descubrir de primeras, por la imposibilidad que las lágrimas nos infieren con su cortina nubosa y húmeda, una puerta imprevista abierta de par en par. Y a pesar de que otros ya se han dado cuenta y nos dan señales muy claras y exageradas, nuestro rumbo se atasca en una laguna podrida que mira hacia la ventana de lo que pudo haber sido si. Sin embargo, y aunque parezca incorrecta la expresión y el concepto, ese tiempo estancado en ginebras, no es menos que un preámbulo para salir del pozo. No hay angustia que no tenga dentro de su consistencia turbia y desordenada las coordenadas y los códigos más recónditos de nuestros verdaderos anhelos y verdades. Cuando son reconocidos basta salir del bar y echarse a caminar por la vereda del sol para encontrar la bendita puerta que queremos.  


miércoles, 5 de febrero de 2014

Poeta del verano


a David y sus mirlos 


Lejos de toda máquina productiva, sobre la copa ciega de algún árbol, esta madrugada de pasos lentos y silenciosos, a un zorzal se le ha dado, perdido en la noche, por cantar, desprovisto de toda preocupación o cuidado por el mundo, las bellezas inútiles de la felicidad.






martes, 4 de febrero de 2014



No. Sencillamente no. La negatividad de este rotundo no se expresa desde el fondo de todas las posibilidades para rechazarlas con persianas cerrándose, con cachetazos de una señorita indignada, con la trompada más violenta de un peso pesado en medio del cuadrilátero.
No. No quiero. No me gusta. Lo deshecho. Y me tomo todo el derecho de ponerlo hasta la vereda de enfrente, hasta la otra orilla de mí, lejos y más allá de todo alcance.
No es no. He dicho. Por tan caprichoso se ha vuelto razonable. Y de razonable pasó a ser sentimental, pasional, loco. Siento alivio al expresado con toda mi boca, con todo mi cuerpo. Sentir es garantía para darle crédito a mi no. Ya está. No tengo otro no más no que éste.


Túneles bajo la ciudad de los vivos



Atravesar Buenos Aires a oscuras,
Subterráneo esquivo del sol,
Velocidad sobre rieles invisibles,
Aire sin aire, punto tras punto.

Escenario de encierro amontonado,
Movimiento en el país de los muertos,


Vértigo negro buscando la luz.






Los incandescentes



Hay memorias que no son dignas de llamarse memorias. Una memoria supone un ejercicio mental que revuelve y rebusca en la experiencia pasada un momento vivido. Pero hay las que vienen sin  ningún tipo de esfuerzo. Vienen inevitablemente como un rayo. Vienen y llegan de pronto. Nos hacen vivir el presente y el pasado bajo la misma luz. A esos recuerdos, tan inmediatos como el presente, tan imprevisibles, los he dado en llamar incandescentes.
Son crudos, desprovistos de reflexión, espontáneos y desprevenidos. No son programáticos, no tienen frecuencia. Suelen ser parte del caos que se oculta en las sombras de la conciencia, pero cuando vienen irradian toda su luminosidad, y son tan claros y evidentes como que ahora estoy escribiendo. Llegan, y una vez adentro, borrarlos es imposible. Forman, a decir verdad, parte estructural y constitutiva del yo. Súbitos como son, provocan los sentimientos más abruptos y reales.
Hoy tuve uno.  Me encandiló y se empastó con el café de la mañana. Pego en mi mente tan radiante como la luz al salir de un túnel. Lancé sin pensar una carcajada auténtica, la más auténtica de todas.

Lluvia



Una sola agua
Se acumula
En el fondo del mundo.
Todas las aguas caen.
En la calle,
Toda la lluvia gris.



lunes, 3 de febrero de 2014

Leer lo difícil



Sin mencionar autor y obra, por pudor, o por respeto a mi pequeño orgullo, cuando me encuentro ante uno de los grandes por primera vez y me hace sentir falto de inteligencia, o peor aún, falto de imaginación ante su obra, brillante en sí y opaca y oscura para mí, experimento un terrible fastidio similar o congruente a cuando imposibilitado de llenar un crucigrama enrevesado me hallo en la situación de ignorante absoluto, tonto de primera, o panqueque singular. Sin embargo, y es probable que por causas de perversión masoquista o tal vez, más probablemente, por pecar de orgulloso, me retuerzo en la dificultad hasta agotar mis posibilidades. Uno y otro intento de lectura aparece hasta generar un círculo vicioso de autor-lector donde la comunicación interrumpida debido a su excelencia o a causa de mi limitación, se fuerza hasta la obsesión de querer dominar lo indomable y aguantar mi frustración con los dientes apretados. Y así encuentro el agotamiento primero y el abandono después. Pero no se trata de un abandono definitivo y mortal, es mejor dicho una suspensión, un letargo que levita pendiente en mi cabeza hasta haber roto el muro que hace de frontera entre el país de lo conocido y las selvas de lo ingobernable. Para eso necesito de aire, de tiempo, de leer otro libro, de charlas de café y un poco de envejecimiento.


sábado, 1 de febrero de 2014

Mundo Niño



“nos lanzábamos bolas fulgurantes de risa, de latón y de agua”
David Pérez Vega



Los niños perciben un Mundo. Me acuerdo cuando lo era y todo giraba a otro ritmo, el día, la noche, los meses, cada año. Mi razón de ser estaba en las hamacas, en la casita del árbol, en la Navidad. El colegio fue mi primer tormento civil, principio de disciplinas antes de saber o de aprendizaje. Los niños perciben un Mundo de libertad que no puede sostenerse porque viven esa infancia pequeña al acecho del adulto, de la sociedad adulta, del Mundo que no es niño. Me acuerdo que la lógica era diferente porque la fantasía tiene sus propias reglas, y era allí donde mi niñez se construía, se desarrollaba, crecía. Y se trataba de un crecer en aquel Mundo, que yo percibía, que ahora perciben los niños, tan real sin embargo como el Otro.