Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

viernes, 30 de septiembre de 2016

Discurso clavado y subversivo



Discurso clavado y subversivo (ya veremos a dónde nos lleva)

1- Introducción

Voy a clavar un discurso subversivo. Y digo clavar porque tiene algo de clavo en la pared, y digo discurso porque lleva un tono retórico en su desarrollo, y digo subversivo porque pretende estropear el orden impuesto, darlo vuelta, descalificar lo calificado para que se luzca lo que ya fue expulsado, marginado, sacado de quicio por las actuales autoridades y emblemas de la cultura. Pero hete aquí que tengo un problema mayúsculo: no sabría por dónde empezar a decir lo que busco y deseo decir; esto es realmente un ejercicio experimental que empieza a entrar en calentamiento sin haber podido plantearse la dirección o la puerta que abrirá para empezar a expresar una contundencia. Sería más sencillo declarar cual un aforismo el lema de mis controversias y comprometedoras palabras, pero estoy utilizando en este caso —me parece— la escritura y el pensamiento ligados no a un sistema filosófico conjugado y en pleno funcionamiento, sino que este discurso clavado y subversivo depende un poco del automatismo surrealista de Breton, y también, del propio fluir de mi conciencia o soliloquio. Sepan ustedes mis lectores disculparme por no ir al grano, pues yo tampoco tengo muy en claro lo que voy, hacia el final de este rollo, a aclamar. Pero fíjense bien que, habiendo empezado con la propuesta de un discurso subversivo, ya estamos encarrilados en la senda que yo quiero: un discurso que pretenda ser subversivo no solamente tiene que prestar servicio a lo que se dice, sino también (y acá empiezo a entenderme un poco) a cómo se estructura y se fabrica lo que se pretende exponer...  



 

domingo, 25 de septiembre de 2016

Puño y rosa




Puño y rosa

Los sueños encarnados entre los pies y las manos redimen al ser de su muerte insondable, no porque se sobreviva a la autoridad aniquiladora, de la cual la conciencia sabe y sospecha, sino porque se atraviesa la vida pequeña con un puño y una rosa, con una lucha (por la vida) y un encanto (por la dicha), algo que crepita en nuestra mente y verborragia, en nuestro espíritu impoluto, en nuestra flamante bandera verde. No queremos —al menos nosotros, quienes fabulamos estas líneas en las palmas de tus manos— decir que la tristeza es reina y soberana, aunque lo sea; el dolor siempre quiso y pudo en esta tierra, pero vos, que viniste arrojado a este vivir, que no solo contemplás la enfermedad, el dolor y la muerte, sino que también morirás un día cualquiera, sabrás entender: sin la dicha, sin la lucha, nada de todo tiene algún sentido. Nosotros también queremos redimirnos sabiéndonos mortales; y cuanto más socios seamos partidarios de esta fe, menos soledad habrá, menos sangre se saldrá de su justo cauce, más serán los sueños y las banderas verdes.




El viejo



El viejo

El tiempo, liso, como un río en la memoria (pero un río calmo y tranquilo), a la orilla de las cosas, penetra en cada quien, en cada uno, como el agua ablanda la piedra, y va sencillamente moldeándola a su antojo, como si no hubiera ideales o razones donde apoyar los pilares de este pasar por los rincones del mundo. Todo, todo todo, es desgastado por ese tiempo liso, calmo, paradójico por ser ingobernable, tirano por caprichoso, tenaz aunque suave, como las olitas de un río liso, llano y plano. Planchado.
Y ahí estoy yo, entre dos sucesivas eternidades que se ensamblan, que se superponen, haciendo de mis hitos un chasquido, una nada, en el medio de la ausencia y de lo oscuro.  Más que por la vida, me pregunto por el tiempo y su juego de luces y avisos, por esa conciencia que tenemos los seres capaces de sucumbir a la nostalgia y al tango, por la memoria indescifrable de nosotros los ancianos, que solemos ver los años viejos como si todo hubiese sucedido recién esta mañana.
 Las arrugas me cosen la sonrisa, me pitan con maquillaje oro la vida y los recuerdos, tal las mudas de los camaleones y las víboras, tal los disfraces del carnaval y sus febreros. No soy quien era yo entonces, cuando las cosas las tenía delante, cuando la vida era un porvenir inacabado, siempre un después, una esperanza. Ahora soy el que se acuerda, el que rememora, el que nostalgia con milongas las penas grandes, el que viste viudo y negro las cenizas de la mujer.
De aquella época niña me quedó como memoria la eternidad. Los años se sucedían lejos de mí. Cada cosa que pasaba por mi conciencia era un suceso aletargado, lento, como si el mundo estuviera a favor de la distancia que existe entre una galaxia y otra, como si el mundo hubiese renunciado a su afán de juntar cadáveres en los agujeros de la tierra, como si todo fuera subirse al tobogán o patear una pelota.
 Pero los relojes siguieron marcando la hora; los calendarios, los días y los meses. Y fue así que crecimos, que conocimos el dolor del tiempo, los años, la estatura de los adultos y el odio a nuestros enemigos. No hay razón, jamás hubo ni habrá. El devenir es por sí mismo; no tiene lógica ni precio ni tampoco forma de cambiarlo por otra cosa.   
Ahora me toca a mí ser el anciano; ahora a mí me toca el parkinson y la demencia, el reuma y los huesos, el perro que me lame las llagas.
La muerte y la hoz se acercan con ese ostensible encanto gallardo.

 Todo un río se me viene a la boca.   


miércoles, 7 de septiembre de 2016

Te miro y no te toco




Te miro y no te toco

No me importa que estés quieta esta noche
Ni que tu desnudez me incite a verte desnuda,
mientras las moscas vienen a tocar lo que
yo evito por puro, por ángel,
por manteca con azúcar

Mi deseo se reprime en la garganta del hombre
Del hombre de todos los hombres
Que enjaulados te visten el amor
Con sus ojos de tigre

Evito
Yo evito tomarte el triángulo
O las cebollas
Y mi cuerpo arrebatado pide sin razón
Un éxtasis enamorado y loco
Una pasión hecha de suspiros
Más que de cuerpo y de tentáculos

Y aunque la luna loba llene de moscas la pieza
Aunque los vampiros vengan a picarte de besos
Te dejo dormir desnuda
Como una Venus sin tiempo
Lejana y cerca
Como las golondrinas



lunes, 5 de septiembre de 2016

Existir




Existir

Volver. Volver a ser un niño que conoce sin nada de signos ni intermediarios; así, dejando lugar y hora; acercándome a lo que una hamaca puede arrancarme, y cómo puedo dejar yo mi mí para ser aquel afuera. Ser yo y ser no yo, al mismo tiempo. Estar en lugar del ser, olvidado de que haya un sí o un no, un aquí o un allá, un arriba y un abajo, un adentro y un afuera. Arrojado, existiendo. Habilitar ese paso capaz de darse en el que no hay diferencia entre un vaso de agua, un automóvil, Dios (si existiera), la copita de vino de ayer o la mujer que me dejó. Ser, en definitiva, el ser; lo que jamás será nada; el todo que se contempla sin distinción, sin fracción, sin guerra. Así, como cuando niño.