Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

martes, 20 de diciembre de 2016

Cuadernito Gloria




Cuadernito Gloria

Blanco. Así, todo blanco y sin mancha. Arriba, ni una sola y mísera idea; abajo, todo papel, y esos lapicitos negros que gastados ya están de tanto círculo y cuadrado, de tanto me quiere y no me quiere, de tanto rayar la conciencia en el papel del cuadernito Gloria. No se me ocurre nada. La birome ya intentó ponderar una historia, un suceso, un relato mínimo, algo que contar. Pero no: me voy de la tinta azul a esos lápices negros a tratar de dibujarte la cara con circulitos pastosos y geometrías sensuales. Nada se me irá a ocurrir en esta noche de desvelo. Los poemas abollados descansan en el tachito de basura; las historias también se acomodan en ese lugar estratégico donde todavía no se publicará un solo argumento. Y vos me venís a la memoria, con tu carita de luna de noche, de trasnoche insomne que me quita el sueño mientras yo intento decirle algo al cuaderno Gloria.





sábado, 17 de diciembre de 2016

El río





Hay un calor que se expande y precipita en cada célula y contorno. Hay, a su vez, esa luz irreal que el mes de diciembre viene a depositárnosla y hacérnosla sentir, reverberante. Se nos crispan las pupilas con cada destello y reflejo en el agua. El río avanza con olitas hacia el Atlántico, su desembocadura final; y yo acá, tratando de que la luz no me queme los pelos de la epidermis, debajo del sauce  que se bambolea suave con el viento. La costa del río en el bajo, relame con sus escombros y arenas la orilla, donde se funde esa espuma de burbujas centellantes, donde rompe breve el vaivén aguachento. Ahí hay dos niños con los pies mojados y sumergidos que chapotean sus sueños imaginarios como queriendo hacer al horizonte algo más cercano a sus pequeñas estaturas: juegan. Más allá, metido en río, viene remando un musculoso en remera musculosa con su cayac colorado. Dos veleritos más pegados contra el cielo que contra el agua depositan quizá los sueños imaginarios que los niños de la orilla recogen. Todo está luminoso; los colores son claros, despiertos, enceguecedores. El calor, por su parte, seca la tierra del parque (que da a la orilla que da al río que da al horizonte que da al cielo su reflejo absoluto); un polvillo se levanta a cada ráfaga y me tengo que andar tapando los ojos por miedo a las basuritas.





lunes, 5 de diciembre de 2016

Un poeta pobre




Un poeta pobre

Voy a decir verdad: aquí no hay un poeta rico, aquí no lo hay. Si quieren leer poemas oro, no lean, por favor, los que yo acuno línea a línea, entre cabezazos y borradores; porque no conozco la suntuosidad del arte ni las tierras altas del barrio norte. Soy un mendigo que busca en el andén sus moneditas de cobre, adentro del sombrero que el suelo destapa como una luna en plena noche. Y no sé, no sé. No soy como los que tienen y visten ampulosos su lujo de haber venido aplastando con verborragia y números a la clase que trabaja a puro hombro; no soy allegado de un funcionario acomodado que lleva escrita en sus palmas un futuro sin temores. Realmente hago mi esfuerzo de trovador, sin desconocer por ello escasas las estrellas.