Yo soy al fin. Ni los guantes de box, ni los puños extendidos hacia un rostro, ni un cuerpo bailando en el ring. Aprendí a moldear la cara ajena como si de un trabajo de arcilla se tratara. Cada puñetazo es, no un acto violento y nada más, sino una fuerza de arte. Y a medida que trabajo sobre aquel, cada vez más me encuentro con mi reflejo .
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