Restar, restar, restar.
Disminuye, disminuye, disminuye.
Números en rojo.
Entretanto, sube el agua.
Primero hasta las pantorrillas. Luego, hasta la cintura sin percatarnos de las rodillas. Ahora el agua a la altura de los codos. Ahora, en el cogote (subiendo). Finalmente, nos tapa.
Agua negra, barrosa y fétida. Opaca, un bloque líquido impermeable: incapaz de mostrarnos una imagen. Así, por encima de nuestras cabezas.
Uno- Tres veces vino desde el fondo de un sueño mal dormido la idea de empezar a salir a flote con la brazada y la patada más próspera. Después de varios intentos, desistí porque llegué a comprender otra mejor cosa.
Dos- A veces, no se trata de nadar hasta la superficie. A veces es cuestión de hundirse uno todavía más de lo que determina el agua: nadar para abajo, nadar bien hasta el fondo, llegar al piso del mar que nos comió.
Tres- Así fue como hallé tanteando el tapón. El mar tiene tapón y al quitarlo, desagota.
Hola, estas estrofas me vuelven loco, amaria saber quien es el/la autor/a
ResponderEliminarEl autor es Javier Santos Rodríguez
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