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Aquí la tierra se funde con mis manos

domingo, 14 de agosto de 2016

Payaso triste



Payaso triste

Si el amor es el comienzo de una historia, el rechazo será entonces su cruel aborto, la imposibilidad aniquiladora de esa vida que podría ser y no deviene.
Te conocí como una chica de de pechos de miel, después supe que eras la más buena de todas las mujeres, incluso más buena que la santidad. El tiempo, lugar común que jamás podré saber decir entre las sílabas del lenguaje, me puso ante el cadalso de mi derrota, de mi resignación, de mi puro acontecer hacia lo trágico que no por tal me impide seguir viviendo. Y es el rechazo la condición natural y más común de todas humanas expresiones. Si hasta los más han sido condenados a lo menos por el puro azar que el amor no depara. Hoy yo visto mi ridiculez, mi patología, mi insignificancia. Si alguna vez me hermané con el payaso triste, fue por querer quererte más de la cuenta, por haberte soñado en lugar de haberte tocado algo. Ahora mis manos están atadas y mi corazón late como un desperdicio entre una multitud de besos que reinan en la ciudad de Buenos Aires. Si Dios existiera en algún rincón, en algún sótano invisible, en alguna playa desierta, le diría que ya he vendido mi alma por unos pocos porotos de tu amor, que ya no vale la pena seguir insistiendo, que ya todo se acabó.



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