No.
Sencillamente no. La negatividad de este rotundo no se expresa desde el fondo
de todas las posibilidades para rechazarlas con persianas cerrándose, con
cachetazos de una señorita indignada, con la trompada más violenta de un peso pesado en medio
del cuadrilátero.
No. No
quiero. No me gusta. Lo deshecho. Y me tomo todo el derecho de ponerlo hasta la
vereda de enfrente, hasta la otra orilla de mí, lejos y más allá de todo
alcance.
No es no.
He dicho. Por tan caprichoso se ha vuelto razonable. Y de razonable pasó a ser sentimental, pasional, loco. Siento alivio al expresado
con toda mi boca, con todo mi cuerpo. Sentir es garantía para darle
crédito a mi no. Ya está. No tengo otro no más no que éste.
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