a David y sus mirlos
Lejos de toda máquina productiva, sobre la copa ciega de algún árbol, esta madrugada de pasos lentos y silenciosos, a un zorzal se le ha dado, perdido en la noche, por cantar, desprovisto de toda preocupación o cuidado por el mundo, las bellezas inútiles de la felicidad.
Hola Javier:
ResponderEliminarGracias por dedicarme la entrada de hoy.
Un abrazo