No es verdad que la luna llena me ilumina esta
noche. Yo veo apenas una luz blanca teñida de azul refregando mis manos
agotadas. Esa esfera que se tiene arriba, sostenida por algunos hilos
invisibles y privados es más bien una lámpara de escena montada para un
artificio de libertad. ¿O acaso el cielo es capaz de darme un grano de
absoluto? Yo veo las constelaciones revestidas de alambres y no hay estrella virgen para reglarle un
poema. Pronto el aire que respiro será también encapsulado y mi voz se quebrará
en el silencio queriendo cantar un himno de humanidad. Hasta hace unos días
creí que al menos yo era yo, que había un resquicio libre de paredones y rejas
en mi subjetividad, que nada había violado mis sueños. Pero la historia ha
hecho otro estrago. Entre mi voluntad y mi existencia se está levantando una
serie de ladrillos alineados como un ejército áspero y frío. ¿Quién soy? Por lo
pronto una idea incapaz de concretarse, un amor incapaz de ser a pesar de
resistir. Si todavía conservo un sueño es porque escribo, si todavía tengo un
deseo es porque escribo, si todavía quiero creer es porque estoy haciendo esto.
Todo se ha prostituido en mí, menos la letra sobre el abismo.
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