Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

domingo, 12 de octubre de 2014

Las amantes



No hay más que un sol. No hay otra cosa que los rayos solares sobre la superficie donde el cultivo crece y despega sus puntas del suelo. No hay más que nosotras entre el diáfano cielo y el campo verde. Y el amor, un amor que se desvive entre mis besos y sus muslos.

 Ella sabe de mí como yo de todos sus rincones. Las pecas, sus adorables pecas no tienen sitio ni rumbo; sucede que se escapan de su espalda y se instalan en mi nariz para luego perderse en algún hueco invisible, insospechado. Lo insectos, como pecas agregadas a las pecas, se nos suben. No pican, no quieren picar porque aprendieron a no molestar a las amantes mientras juegan. Nos bañamos en sol, en un solo sol pegado allá arriba, tan solo y blanco como juntas y cafeinadas estamos.

Ya no hay bronceador: se ha evaporado. Pero a cambio tenemos la miel y el jugo que nos cubre. No hay abejas ni frutas, solamente somos nosotras, el cielo y el amor. Los insectos nos tapan, nos tapan con sus toallas negras. Ahora nos quieren comer y morimos entregadas a ese picor de hambre.


Desaparecemos. Somos algo adentro de los bichos. Ya nos tragan y nos digieren. Pero las pecas, las pecas no. Sólo las pecas quedan en algún lugar perdidas, debajo de los yuyos.


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