Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

sábado, 21 de mayo de 2016

Postal



Postal

La costa arrastra su espuma como si el río les debiera algo a los hombres, como si ahí, en la humanidad, residiera el sentido y el propósito del agua. Lenta, la corriente se deja desplazar por el reflejo del cielo, y por toda la reverberación incandescente de las pequeñas crestas de ola que, a su vez,  desparraman hacia el costado del tiempo la alegría incontenible de los niños de la arena. Allá, donde el agua y el cielo tiñen sus límites brumosos, veo dos triángulos blancos erguidos  buscando quizá la paz, la aventura o algún pez para el almuerzo (¿se puede pescar desde un velero?). No me inmuto: descanso sobre una arena fina de limo donde algunos cachivaches de hormigón han sido desplomados por la municipalidad para ganarle territorio a este fenómeno que hemos de llamar río. Pero este río también con el tiempo logra empezar a morderlos y a corroerlos; es claro y visible cómo esto sucede; el poder del agua engulle el tiempo mismo de las cosas. Más atrás, a mis espaldas, están las frondas de los sauces que el viento mueve de este a oeste; también, las hamacas de dos pequeños niños que ríen mientras chirríen las cadenas del vaivén. Pasa un heladero vendiendo café y helado. Pasan las chicas de septiembre usando la moda de la nueva temporada. Pasan los ciclistas, los automóviles, el tren ---cada tanto. Me llevo la bombilla a la boca; los verdes son amargos como a mí me gustan.




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