Vida
Respirar ese siglo de viento. Respirar sobre el
ciclo de los muertos. Respirar y saber qué es estar vivo. Vivir con el pulso entre las
manos, donde crepita quizá una búsqueda sencilla e inerme de la vida. La pasión
de ser y creer en ser siendo mientras creciendo las cenizas caen por todos
lados. Vivir es morir otras mil veces,
resucitar, amar y odiar lo imperecedero,
por podrido de haberse vuelto negro. Y rescatarse con un golpe reanimado que el
pecho besa boca a boca. Ser la vida es ese don de haberse puesto un cielo sobre las cornisas peligrosas. El fuego, el
agua que apagará ese fuego, los amigos que te quitan el rencor de estar solo. Y
tantas madrugadas hay que pasar. Tantas que nos olvidamos del tiempo y sus
huelgas infortunadas. Y un día vendrá la vejez, y un día los niños nuevos. Y
entonces la enfermedad y el dolor de los huesos y tantas otras arrugas de la
vida para dejar un lugar, un cuerpo, un monoambiente. En los techos de este
mundo.
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