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Cada vez más somos menos poetas, cada vez y cada vez más. Cada vez menos, menos y menos cada vez más. Escribimos por la costumbre de ser por escrito lo que no podemos hacer por lo demás; y si nos viene esa gana de verso, lo hacemos con pecado y delito de licencia a la hora del poema, del ritmo y la rima del poema, de la metáfora del sí que tiene ese poema. La verdad se juega en lo escrito, y cada vez menos cada vez más. Porque al fin de cuentas el verso tiene su ciencia, su amor, su nostalgia, su tumba, su epitafio y su renacer. Siempre, su renacer. Por eso somos cada vez más poetas de lo cada vez menos. Menos de lo más para ser más.
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