Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

jueves, 6 de febrero de 2014

El comienzo de una posible historia





Parecía un trozo de pan enmohecido. Su figura taciturna había dejado que el tiempo y los amores no correspondidos lo convirtieran en esa masa inerte de vida distraída y dejada a la deriva de un bote sin velamen, timón y remos. Él, que había sido, en sus mejores tiempos, durante el estallido de la maroma, el mejor de los pandilleros acuartelados en el edificio central del Banco Continente, que había manejado la cosa con la minuciosidad de un genio de las probabilidades, que había sido el jefecito de un gran conjunto de bandas delictivas y que no necesitaba mostrar ni siquiera la nariz para dejar en evidencia que la tenía más grande que cualquiera, él, ahora, parecía lleno de insatisfacción y, al mismo tiempo, indiferencia. Tanto era su descontento y su me da lo mismo que me lleven a la cárcel o al cementerio que decidió vender su fortuna y viajar al interior para comprarse una casita a dos aguas donde sentarse a esperar que la providencia se apiadara de su corazón viejo y roto y le concediera una señora de pueblo que no le importara su pasado, su presente ni su porvenir. 



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