Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

miércoles, 6 de agosto de 2014

Doblegado



Si mi existencia depende de Dios, el Azar o el Destino que forjó un oráculo perdido en la montaña, no lo sé. De lo que estoy seguro es que lo que la vida tiene de luz también tiene de incomprensible paradoja y oscuridad. ¡Cuántas historias se hicieron de la mano de sinrazones!, y ¿por qué soy yo y no es Fulano de Tal quien tenga que andar por estas calles tratando de entender los porqués de todo esto? Podría pensar, imaginar, hipotetizar, pero no, aunque esta vez, por alguna desnaturalización del mundo, sí…

Sería absurdo aunque no imposible, al menos por un rato,  creer que otro distinto de mí esté rondando en el reverso de las cosas haciendo lo mismo que yo en este lugar del planeta. Sin embargo, a veces, por infortunio de astros que se chocan, la gente tiene un mellizo existencial, un ser sin hermandad ni sangre común alguna pero que lleva en su impostura la vida de uno repetidas veces hasta el infinito.

Nadie sabrá decirme por qué hoy, justo hoy, me vino a tocar en suerte encontrarme con él. Sí, él, mi otro. Estaba mirando a través de la vidriera de una librería el mismo libro que busco comprar hace un mes. Es él. La misa cara, la misma manera de caminar, el mismo sombrero que a veces uso. Y  sé por qué (un indicio de sobreexistencia me pide desde el fondo de mi voluntad que lo explique) necesito que uno de los dos desaparezca.

La dualidad es parecida a la nada. Ser dos veces lo mismo puede resultar un producto resbalizo, una ecuación donde el debe y el haber, el numerador y el denominador se neutralizan recíprocamente. Ni siquiera queda un valor negativo. Neutralizamos todo. La existencia duplicada resulta por ello un principio de la indiferencia más absoluta. Por eso, antes que dos, antes que nada, es mejor que uno sea uno y no un doble desenfrenado que se repite infinitas veces.

Por todo ello, uno de los dos tiene que desaparecer...


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