Buscar y encontrar

Aquí la tierra se funde con mis manos

sábado, 29 de noviembre de 2014

Fin de mes



Fin de mes

La vidriera limpia, lisa, fría. Adentro, olor a café con leche. Más adentro todavía, sabor a café con pensamiento monológico, dubitativo.

La mesita se mueve un poco a razón de un vaivén entre patas desparejas. La taza, vacía, todavía tibia, manchada por adentro de marrón claro, con una huella de un labio inferior sobre el reborde, rosada.

Las piernas depiladas una sobre otra y un pie inquieto zarandeando un zapato negro de taco aguja, relucen por debajo de la mesita. El pelo, suelto, morocho, negro brillante, en ondas, llega hasta la tabla y, como una cortina que se abre hacia los costados, recorta la visión panorámica de la tarde a un solo acto de conciencia.

De vez en cuando, María levanta la cabeza y ve a través de la vidriera limpia, lisa y fría el sábado que le devuelve con un ir y venir de coches, naves terrestres que se deslizan mano norte y mano sur por la avenida.

A cada erección de cabeza el agua con gas va disminuyendo el nivel adentro de la botella transparente y burbujeante, y los sobrecitos abiertos de edulcorante en polvo aparecen anaranjados y desparramados alrededor de las blancas servilletas.

Ahora, María, ha dejado de pensar.

Quizás por cansancio; quizás porque su conciencia llegó a una conclusión resolutiva y redonda.

Entonces, con un movimiento rápido, astuto, casi desprovisto de pudor, se levanta y sale. Sin pagar.


El mozo, el encargado y, también, un cliente de muchos años tardan en decidirse a correrla y eso le permite, a María, desaparecer.


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