El precio
El mundo se
ha confabulado contra lo áspero, contra lo irregular, contra los baches de esta
nuestra calle. Y es muy costoso buscar una lámina perfecta, un edificio
vidriado como un cielo aparte. Entonces cada contraste, cada migaja tirada al
suelo, cada vaso que se rompe, es un sinónimo de podredumbre, y de vicio; las
gaviotas ya no cantan; es el gallo de las cinco cacareando para nosotros. Vamos
buscando un deseo de un vecino imaginario, y corremos durante todo el trayecto
queriendo ese sueño, pero seguimos rompiendo cristales, hiriéndonos el costado
y sangrándonos con clavos cada libertad.
Si se pensara el cielo azul, las divinidades, las
cosas, el tiempo, como un domingo a la tarde o una garrafa que se acaba; si se pensara que
el amor es también ese sitio donde las flores se abren un día y se cierran el
otro, sin una razón trascendental o inmanente que la depure de las esquinas y
los zócalos sucios de tierra; si se contara con que las ideas cada vez más
lejanas y limpias como un círculo eclipsan la luna terrón de las verdades que
realmente queremos y apagan las estrellas sensibles de los dioses cojos,
entonces quizás, nosotros, nuestra vida, la vida humana en general, sería, y
sería todo esto, una cuestión menos suicida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario