Necesito decir, necesito romper, me es menester abrir la
boca y aclamar con grito furioso, aunque afónico y sin voz, que el tiempo
llorado, que las lágrimas grises y sucias, que la locura quizás, son más carne,
más leales a la verdad, más todo, que una sonrisa blanca, sin memoria y sin
nombre. Ya no puedo confiar en un vendedor de castillos felices, ni en la
cultura barata del como si la felicidad se comprara y se vendiera igual que un
bien o servicio en un puesto de revistas o en un aviso en la ruta.
viernes, 24 de abril de 2015
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