Papá
Nace. El
vacío infinito deja una porción de la nada en pos de sí para ubicar entre mis
manos una vida pequeña. Y soy una especie de refugio de piel y carne templada
que viene a cobijarlo. Lo nombro como si
fuera mío, como si yo fuera un verdadero padre para él, como si olvidara que es
del mundo y de la vida en realidad, de la patria de un cielo y una tierra para él
y no para mí. Lo vuelvo a nombrar, le digo Pablo, Pablito, y parece ser que su
corazón pica más fuerte al mirarle los ojos y el llanto. La madre, la pulsión
que lo ha expuesto y le ha dado identidad con trabajo de parto, sonríe con lágrimas
celestes mientras mis manos temblorosas de novedad se lo entregan a su pecho.
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