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domingo, 23 de agosto de 2015

Destino cruzado




Destino cruzado


Eran dos hermanos. Habían nacido el mismo día, de la misma madre; gemelos. El tiempo hizo que se distanciaran; desde la pubertad que no se veían las caras. Sus diferencias eran notables. Uno había servido en la década del setenta a los servicios de inteligencia del proceso de reorganización nacional. Era, en definitiva, un entregador, un espía del gobierno militar, un hijo de puta. El otro, en esos mismos tiempos se había ido a vivir al Bolsón escuchando a John Lennon y participando activamente del hipismo. Se había hecho artesano, medio alcohólico y drogadicto. Era -decían-, un vago de mierda.


Los años pasaron; vino la democracia, la caída del muro de Berlín, el menemismo, la típica frase Say No More de Charly García y el siglo XXI. Todo eso pasó mientras ellos crecían, envejecían y caían en la cuenta de sus achaques. El primero sufría en sueños de paranoia. A él no le había tocado el Juicio, el Nunca Más, la cárcel; pero soñaba mucho con ser arrestado y condenado sus últimos días. El otro, que estaba ya algo vaqueteado de tanto LSD aunque ya sobrio debido a un tratamiento a tiempo, también se le daba por soñar. Pero éste soñaba con una droga orgásmica; soñaba que le inyectaban esa droga en el Uritorco cordobés y que empezaba a volar, a levitar hacia otra parte, y que lo recibía en sus propias manos Marilyn Monroe, que tenía sexo con ella y que moría así, de un infarto terminal, lleno de éxtasis.

Sus sueños eran siempre los mismos; se les repetían incansablemente. Y hubiera sido curioso que para este último tiempo se encontraran ellos tomando un café, mirándose la cara y las manos, y que se contaran sus sueños porque, de verdad, eso tenían de común: cada uno por su lado, cada uno con su sueño, pero siempre los mismos sueños todas las noches.

No recuerdo sus nombres; pero eran tan parecidos en su aspecto físico que sería pecado recordarlos; en definitiva,  eran tan similares exteriormente que uno podría intercambiar sus nombres, y esto es un riesgo demasiado alto, ya que nada tenía que ver uno con el otro. Por eso se podrá hablar del uno y del otro como primero y segundo, como el verde y el amarillo, como el rojo y el azul, pero es tan fácil olvidar quién era quién. ¡Qué más da! Al oráculo tampoco le importó.

Los sueños dicen que a veces se hacen realidad. Bueno, en esta historia sucede así, aunque no tan así. A veces el destino puede equivocarse, a veces la pitonisa puede confundirse. Todos cometemos errores. Y ellos eran tan gemelos que… bueno, la historia, la historia no hizo justicia. Pero, ahora yo les pregunto: ¿desde cuándo hizo justicia la Historia?

Voy a concluir. Aunque ustedes ya deben saber el final. Dos hermanos gemelos, iguales por fuera pero sumamente distintos por dentro. Los dos, sin embargo perseguidos por un sueño, y el destino que se equivoca. Uno muerto de éxtasis una noche de locura, el otro preso aunque inocente, equivocadamente preso por homicidio. La vida es cruel a veces porque el destino también es humano y puede errar.





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