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Aquí la tierra se funde con mis manos

sábado, 22 de agosto de 2015

Un grito sagrado





Un grito sagrado



Noche. Una leve luminosidad que llega desde la ventana de calle. Apenas bordes de muebles y sombras. Lo pies de la cama y, más allá, el pasillo.

No puedo hacer ruido, Helena. Me harta esto. Después de las diez todas deberíamos estar dormidas en la cama. Ni siquiera se me está permitido llevar esta linternita de mano que voy a encender. Se me hace difícil pensar desde que prohibieron cualquier ruido y cualquier luz después de la cena. Pero qué sé yo, no me duermo tan fácil como sabrás, Helena. ¡Ay!, cómo me gustaría saber algo de vos. Lo que pasó ayer amerita mantenerme en vela por un rato y escribir por lo pronto algunas líneas. El trazo contra el papel  es sordo, no se dará cuenta Doris que estoy  despierta escribiendo. El peor problema es la lucecita. Cuando venga ella por el pasillo voy a tener que apagar la linterna, interrumpir. Igual voy a escribir, Helena. Me gusta tomar nota de los verdaderos acontecimientos. Hay días que no pasa nada de nada. Pero ayer fue un gran día, y todo gracias a vos.

Clic. Luz redonda. Un cuaderno de tapas azules que se abre. Blancura en las hojas rayadas. Una lapicera negra. Manos blancas, muy blancas sosteniendo la lapicera.  

“En el mundo de hoy las auténticas heroínas suelen olvidarse en un completo anonimato. Pero yo voy a hacerte homenaje a  vos, mi compañera de habitación”

Clic. Noche. El sonido de los pasos acercándose. Una sombra humana que pasa.

Esta Doris. Tiene toda la rabia encima. Igual, me llena de orgullo. Me siento la más buena de todas las internas después de vos, Helena, claro. Acá sí que hay buenas y malas. Y sobre todo malos, como el señor Paloti. Porque a fin de cuenta las enfermeras son como los soldados. Ellas hacen lo que se les manda.

Clic. Luz redonda. Otra vez las manos blancas sosteniendo la lapicera negra sobre el cuaderno rayado.

“Helena, la heroína. Si las habrá como vos. Helena mi amiga de cuarto. Desde que te saliste te extrañamos yo y Matilde. Más yo que Matilde. Ojalá estas líneas pudieras leerlas a la distancia con esa telepatía que tienen algunas. Este es mi gesto de amistad y mi oda hacia vos. Donde quiera que estés. ¡Si pudiera contarte el odio feliz que te tienen todas estas enfermeras!”

Clic. Noche. Pasa la sombra de Doris otra vez pero para el otro lado.

Acá las internas estamos todas locas. Pero Helena, vos eras distinta, Helena, vos sos diferente. Si te conoceré yo que te vi entrar. Estabas totalmente sana. Te enfermó el encierro y cómo nos dimos cuenta. Cuando me contaron tu historia hicimos todo por vos, Helena.

 A ella, a Helena, a mi amiga, la encerraron para taparle la boca. Maldigo al señor Paloti y a toda su parentela. Matilde y yo la ayudamos. A los tipos importantes se les olvida enseguida que en realidad son una basura disfrazada de guita y elegancia.


Clic. Luz. Otra oportunidad para Soledad.

“Helena libre; Paloti en problemas. Gracias a todos los angelitos. Para que de una buena vez la lección se dé en el correcto sentido. Que vivan las amantes y las heroínas”

Clic. Noche.

A Helena le hicieron una tumba en vida. Cuando nos contaron que era amante del señor Paloti, el miserable dueño de la clínica, y que él mismo la había encerrado para callarla qué odio se nos vino encima, qué ansias de venganza… Y pensar que Helena no lo supo hasta quedar adentro de este manicomio, no supo que el tipo era casado. Y la que salió bien parada fue la señora de Paloti, claro. De seguro que ella también sabe todo pero no le importa. Ya le habría investigado los bolsillos. Ahora se les viene la noche a ellos.


Clic. Luz.

“Helena, te amo con toda el alma. Ojalá pudieras verme llorar y reír por vos”



Clic. Noche.

Después de lo de ayer Doris está hecha una fiera. Le encajaron toda la responsabilidad y escuché por ahí que le descontaron del sueldo. Ahora que lo pienso bien Doris en el fondo te quería afuera. Helena, vos le eras insoportable. Me acuerdo cuando la mordiste. Bien hecho.

Es incómodo: Doris pasa a cada rato.


Clic. Luz.


“Ayer Helena te escapaste de clínica vistiéndose de enfermera. Te ayudé yo y la ayudó Matilde, la chica de al lado. Nosotras nos dimos cuenta del daño que te había hecho todo esto. Queríamos ayudarte. No hay como dos locas para darse cuenta de la verdad y la cordura de una tercera.”


Clic. Noche.




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